9 de septiembre de 2007

El silencio


No digas nada, no preguntes nada.

Cuando quieras hablar, quédate mudo:

que un silencio sin fin sea tu escudo

y al mismo tiempo tu perfecta espada.


No llames si la puerta está cerrada,

no llores si el dolor es más agudo,

no cantes si el camino es menos rudo,

no interrogues sino con la mirada.


Y en la calma profunda y transparente

que poco a poco y silenciosamente

inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado

con que tu corazón recuperado

te irá diciendo todo, todo, todo.

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