28 de septiembre de 2010

Carta despojada de interés - Pía Augusto

Comprendí entonces, que todo se reduce a la falta de valores en lo cotidiano; que el mundo gira de todos modos y que la ley de gravedad es un pretexto para atarnos al suelo y dejar de soñar.
Entendí, que ya nadie cree en cuentos, ni en príncipes azules. No existe más la magia de Disney, no resta siquiera un manojo de ilusión. Se perdió el remedio a vivir, naufragó en un instante el anhelo de sonreir.
Acaté las directivas, me acomodé a las normas y no se detuvo el incierto; no se reestructuró el mundo ni se apagó el sol.
Seguía la gente famélica de interés.
Busqué en la historia un suceso que lo cambiara todo, un libertador que revivir para comenzar un holocausto y así terminar con esta desidia universal.
Se cruzaron por mi mente miles de posibilidades, acciones positivas e incluso negativas para hacer claudicar éste régimen de hipocresía generalizado del cual adolece todo ser, del que no hay vacuna más que ficticia.
Pero de tantas enfermedades que pudieran ocurrírseme, de tantos males para enfermarse, duele saber que se puede morir de desilusión; que la confianza se pierde y así también el corazón.
Finalmente, como en toda historia donde algo crece, se cuece el desinterés, aflora el egoísmo recíproco y le damos de comer a Darwin. Perdemos eso que nos hace más humanos y menos bestias; en vez de crecer, nos volvemos retrógradas de costumbres, insulsos en toda lógica. Y ya no somos entonces, quienes decíamos ser porque desaparecimos en el derecho. Convertimos lo valioso en lo banal y acabamos latos de significado, sabiendo menos de lo que supo Sócrates, con menos certezas que Platón, pero sí entusiasmados con la fábula del buen salvaje de Rousseau.
Será que la necesidad de vivir en sociedad nos ciega o nos corrompe y luego ya nada importa más que ese que avasalla al resto; o será la falta de interés que socavó en la paranoia y la implantó en la cultura para volvernos más primates en vez de primitivos.
Estoy algo perceptiva, sino perceptible, de tanto bullicio ignorante, de tanto hambre lactante, de éste vacío intelectual.
Despojada de inocencia y sin la ilusa posibilidad de que algo vaya a cambiar más que yo.
A lo mejor estoy despojada de todo el interés ordinario, pero si de algo estoy desinteresada es, en dejar de soñar.







-.Pía Augusto.-

17 de septiembre de 2010

Extraños conocidos (Pía Augusto)

No tiene importancia si los años nos separan;
si las ansias sucumben ante la impaciencia;
si tu boca equidistante aquí y ahora,
mañana me escribe una carta de despedida.
Entonces, seremos extraños conocidos.
Yo fingiré conocer quién fuiste con certidumbre,
mientras tú en silencio pernoctas dubitando
lo rápido que dejé de existir;
si es que en verdad me enterraste viva.
Te habré conocido en tal medida quizás,
que arriesgaría a adivinarte los pasos.
Envilecería la razón de todas ellas,
si supieran que fui quizás la única
que jamás te hubiera conocido tanto.
Y ello no porque fuésemos extraños conocidos
sino porque aprendí a conocerte como nadie.
Irradiaré la experiencia de tus conmutaciones,
sabré cuánto y cómo fue que cambiaste.
Si es que no fuiste así antes del cambio.
Y rogarán tus ojos que no sepa ver más
para no seguir con el tiempo desnudándote,
para no acabar la procesión que comenzaste.
Creerás que somos extraños conocidos,
pero entonces caerás en la cuenta
de que me conoces como nadie lo hará,
de que no te fui tan extraña al fin
y sabrás entonces de lo que soy capaz.





-.Pía Augusto.-

Te espero (Pía Augusto)

Contando las vueltas del reloj,
mirando pasar sus agujas,
me detuve un instante
en verdad a esperarte.

Pues anhelo tenerte como te tuve,
siempre silente y moldeable;
a mis hechizos incorruptible,
siendo del hubo juez y verdugo.

Pasará el tiempo siendo proeza
y restará aún así una certeza:
aún si quedara algo cierto
sería que aún yo te espero.

Miro por la ventana e imagino
que llegas como antes solías.
a la hora que te plazca lo hacías
para matar de un beso mis ansias.

Pero reniego del propio deseo
que te clama aún a la distancia
Impertinente y peor sin gracia
y será verdad que aún te espero.

No puedo resignarte al olvido,
me rehuso a dar por perdido
lo que un día me fue cumplido
aún así sin haberlo esperado.

Porque no hay reloj en mi tiempo,
ni existe pues un apuro en mi alma.
Algo tengo hoy aquí por seguro
y por eso te espero.





-.Pía Augusto.-

El veneno (Pía Augusto)

Lo tomé ligero como quien lo toma gustoso
Me lo bebí de lleno sin dejar siquiera algo
Lo acabé de pronto sin degustar el sabor
Lo terminé con prisa quizás por temor.

El piso giraba mientras yo reía y
la realidad era otra sino ella misma.
Qué placer cuando está todo al revés
no sé siquiera dónde están mis pies.

Estaba todo dentro de mi cabeza
como si hubiera existido una ruleta
y sus números pasaban de mi
mientras yo me reía inútilmente de ti.

Comprendí que era el veneno,
se esparcía rápido como el alcohol
Lo que me habías dado no era sino
un mal trago de amor.

Mi criterio no lo soportó demasiado,
todo en su lugar y yo girando
como si el mundo se hubiera acabado,
sólo por un beso envenenado.

Era un veneno cruel.
No acabó conmigo,
tan sólo mató mi sed.







-.Pía Augusto.-

12 de septiembre de 2010

E.Galeano - Ventana sobre una mujer

La otra llave no gira en la puerta de calle.
La otra voz, cómica, desafinada, no canta desde la ducha.
En el baño no hay huellas de otros pies mojados.
Ningún olor caliente viene de la cocina.
Una manzana a medio comer, marcada por otros dientes, empieza a pudrirse
sobre la mesa.
Un cigarrillo a medio fumar, muerto gusano de ceniza, tiñe el borde del
cenicero.
Pienso que debería afeitarme. Pienso que debería vestirme. Pienso que
debería.
Llueve agua sucia dentro de mí.
Ventana sobre la memoria
Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al
lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando.
Cuando esto ocurre, uno tiene el derecho de creer que nadie se va del todo,
mientras no muera la palabra que llamando, llameando, lo trae.

Eduardo Galeano - Mujer que dice chau

Me llevo un paquete vacío y arrugado de cigarrillos Replubicana y una revista vieja que dejaste aquí. Me llevo los dos boletos últimos del ferrocarril. Me llevo una servilleta de papel con una cara mía que habías dibujado, de mi boca sale un globito con palabras, las palabras dicen cosas cómicas. También llevo una hoja de acacia recogida en la calle, la otra noche, cuando caminábamos separados por la gente. Y otra hoja, petrificada, blanca, que tiene un agujerito como ventana, y la ventana estaba velada por el agua y yo soplé y te vi y ese fue el día en que empezó la suerte.
Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas buenas decíamos, todas las cosas cada vez mejores que nos van a pasar).
No me llevo ni una sola gota de veneno. Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca dormida, nunca). Y un asombro por todo esto que ninguna carta, ninguna explicación, puede decir a nadie lo que ha sido.