29 de noviembre de 2008


Una gota de agua en el oceáno es parte
de su grandeza, aunque no esté consciente
de ello, pero se seca tan pronto como
empieza una vida independiente de éste.
No exageramos cuando decimos que la
vida es una mera burbuja.

- Ghandi -

Quién Muere? - Neruda

Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca, no arriesga vestir
un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la mesa
cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente, quien pasa los días
quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente, quien abandona un proyecto
antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto
que desconoce o no respondiendo
cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.

~ Solamente la ardiente paciencia
hará que conquistemos una espléndida felicidad ~.

Blas de Otero

Cuando tu cuerpo es nieve
perdida en un olvido deshelado,
y el aire no se atreve
a moverse por miedo a lo olvidado;
y el mar, cuando se mueve
e inventa otra postura,
es sólo por sentirse de este lado
más ágil de recuerdos y amargura.

Cuando es ya nieve pura,
y tu alma señal de haber llorado,
y entre cartas y besos amarillos
suspiras porque, al verlas,
no te serán ya ésos mas que
- pendientes de los ojos - perlas;
y las rosas ilesos,
y los blancos sin roce,
entre cintas desnudas, enterradas,
reavivan el goce triste de
ver ya frías, desamadas, las
prendas y el amor que aún las conoce.

Entonces a mí puedes venir,
llegar, oh, pluma que deriva
por los aires más solos:
yo tenderé y tiraré hacia arriba,
altos sueños, mis redes, para
que eterna, si antes fugitiva, entre
mis alas, no en mis brazos, quedes.

27 de noviembre de 2008

Psicoanálisis de mi reflejo (Pía Augusto)

Tus ojos hallan una extraña manera de mirarme. A lo lejos se asoman, sonrién y se pierden en parpadeos, en mí, ausentes. Contemplarlos no es suficiente para descifrar lo que ansían, pero están cansados y el peso del mundo llueve, inexorable, sobre ellos.
A veces me miro a mí misma. El espejo me refleja, devolviendo una imágen similar a la que en mi cabeza se formó. Una suerte de burla se dibuja en mi sonrisa, mientras que lentamente, poco a poco, se empaña el cristal. Te pierdo de vista.
Lo que pienso es, creo, una ironía del hombre. Podría quedarme horas buscando imperfecciones que quisiera corregir. No sería difícil encontrar cosas que nos diferencien. Ya sabés, somos diferentes de a ratos. Y tal vez, es probable que, unas pocas horas no alcancen para hacer una descripción perfecta de cada instante, cada minuto, durante los cuales me senti distinta a vos, e igual a los demás. Si tan sólo supiera que hay un después-después de vos-, me encontraría denuevo conmigo. Pero qué placer ha de traerme burlar al destino, si éste me quiso lejos de vos ( y tan cerca aunque no lo imagines).
De todos modos, el espejo se nubló. Fue mi culpa, lo sé, yo misma lo empañé. Ya no distingo lo que muestra. Y de pronto aparecés, simulando ser un reflejo para perderte en mí. Sin embargo, no me encuentro en vos. Tus ojos siguen ahí, como el agua turbia, hablando un idioma que no comprendo. Lleno de trampas te mueves por la penumbra, sin decir, murmurando. Pierdo la paciencia, y la confianza.
Te has vuelto un juego al que me acostumbré. Comodamente incluso, lo jugué. Ahora voy al espejo sólo para verte allí, detrás de mi, escondido. Y te encuentro sí, con esa mueca nuevamente, que no es la mía pero se asemeja. Con esa risa, que no es primicia, ni aparta mis dudas. Simplemente, sigo aquí, aún sumergida en un mar de preguntas. Raramente le llamo confort.
Abandoné el juego antes de perder, aunque de un tiempo a ésta parte ya lo sabrás.
Con el correr de las palabras, fuiste concatenando frases, conquistando mi oído. Me educaste para aceptar tus malos modales, y tu locura de a poco, se apoderó de mí. Llegué a creerte parte mía, pero fue una noche en que aprendí a mentir. Y entonces fuimos más distintos, menos iguales, y tu locura se fue sin mi.-
Ahora que estás detrás de cada sueño, no es ya irreal tu figura, se hace tangible. Allí es donde te quiero sin preguntas, con respuestas. Mientras la niebla en el espejo comienza a desaparecer, se entumecen mis extremidades y te volvés aún más real.
Una mueca perfuma tu rostro, y como la suave brisa, se va. Juegas a adivinar quién soporta más éste idilio, y sabés, aguanto incluso la guerra, no quiero tu paz. En tu campo minado perdería mi identidad, no sería yo misma, usaría antifaz.
Si de algo sirve -no es una excusa-, tal vez no estemos hechos para ser uno los dos. El árbol se corta, la madera se pierde, y la primavera no vuelve jamáz. No sería yo, con vos, perdería mi voz.
Mirarte me lo dice. Implícitamente tus ojos me absuelven, corroen mis entrañas y te arrancan de mí. Yo no estoy, no soy, mi existencia es efímera en vos. Te vas.
Nuevamente el espejo devuelve mi reflejo, y mi sonrisa. Aún así, tu partida se llevó el color. La imagen es mía, y mío el dolor. No empalidezcas, así es el amor. Quizás en otro momento, sin tanto recor, recobre el valor.
Y aunque ello implique apartarme de vos, tal vez sólo así, me sienta mejor.





-M. Pía Augusto-

13 de noviembre de 2008

Si tu me olvidas quiero que sepas una cosa - Neruda

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.


Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.


Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.


Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.


Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.

Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras y sabes de sobra como termina, ni me interrumpas y escúchame, cuando eras pequeño, para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.

Cuando estemos reunidos y, sin querer, haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas, piensa cuantas veces cuando niño te ayudé y estuve pacientemente a tu lado esperando que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme, no me regañes por ello, recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte mas agradable tu aseo. Acéptame y perdóname, ya que ahora soy el niño.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona.

Acuérdate que fuí yo quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y como enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia.

Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes, tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas, sé cuanto puedo y cuanto no debo, también comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.

Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.

Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y sólo quiero morir, no te enfades, algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuanto te amé. Trata de Comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.

Siempre quise lo mejor para ti y he reparado los caminos que has debido recorrer, piensa entonces que con este paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.

No te sientas triste o impotente por verme así, dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío.

Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.

Los verdaderos milagros


Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.



Terrateniente: ‘me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa que, inclusive, puedes hacer milagros’.

Sabio: ‘soy una persona vieja y cansada... ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?’.

Terrateniente: ‘pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso’.

Sabio: ‘¿te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo sólo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo’.

Terrateniente: ‘yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tú haces... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios’.

Sabio: ‘Esta mañana ¿volvió a salir el sol?’.

Terrateniente: ‘sí, claro que sí!!’.

Sabio: ‘pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz’.

Terrateniente: ‘No, yo quiero ver un VERDADERO milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas’.

Sabio: ‘¿quieres un verdadero milagro?, ¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?’.

Terrateniente: ‘sí, fue varón y es mi primogénito’.

Sabio: ‘ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida’.

Terrateniente: ‘sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro...’

Sabio: ‘¿acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y sorgo donde hace unos meses sólo había tierra?’.

Terrateniente: ‘sí, igual que todos los años’.

Sabio: ‘pues ahí tienes el tercer milagro....’

Terrateniente: ‘creo que no me he explicado, lo que yo quiero....’ (el sabio lo interrumpe).

Sabio: ‘te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti.... si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer’. Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda; cuando el terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó al conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas. El joven alumno estaba algo desconcertado.

Joven: ‘maestro: te he visto hacer milagros como éste casi todos los días, ¿porqué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?’.

Sabio: ‘lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré 3 milagros y no pudo verlos.... para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido’.

La caricia perdida - Alfonsina Storni

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en el viento te llaman esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Pudiera ser...


Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.