16 de junio de 2010

Quién fui - Pía Augusto

Y me alejé, como se alejan los problemas
como se acercan tus imperfecciones
como no acaba la rutina,
como tiene memoria un recuerdo.

Porque estuve ahi y estoy
aunque no te percates
aunque de mi te apartes
aún si me alejo de vos.

Será que entendí lo errada
lo muy equivocada,
que estaba cuando creí,
que podía confiar en vos.

Si mañana ya no despierto,
¿responderías mi llamado
cuando en la noche yo a tu lado
te cuidara descansando?

Me responderías aún así,
¿quién en tu vida yo fui?



-Augusto, Pía.-

14 de junio de 2010

Señor Juez - Pía Augusto

Voy a empezar por contar lo que realmente es,
lo que comenzó con un nunca jamás y acabó por un tal vez,
más le juro señor juez que soy culpable e inocente
y quien diga lo contrario que lo demuestre,
con pruebas que lo hagan evidente.

Como ambiguo lo que digo, verá que tengo razón
a veces uno esconde la verdad en su corazón.
Y no soy la excepción, aprendí a callar silencios
incómodas comodidades para descubrir que tengo
la mitad de esta culpa que no es mía y adopté.

Para errar se es humano y los demás son del palo
entonces de qué arrepentirse.
Estuve siempre encerrada, ambos en un cuarto oscuro
y me vi obligada a optar.
¿No es que acaso es mi deber?

Si se me obliga a elegir, ¿de qué se me juzga?
Bueno, no me apresure señoría
prosigo el relato para tenerle al tanto
y para luego dejo el arrebato.

Eran las dos pasada la madrugada
y estaba allí yo conglomerada
por lo que mantuve mi respiración
y no eran nervios sino atención.

Los minutos no pasaban en mi reloj
cuando me percaté de que no funcionaba.
Se me iba a hacer tarde esa mañana
y era algo que ya me preocupaba.

Verá magistrado que supe estar
siempre atenta a la aguja del minutero
pero me apuñalaron los segundos
y perdí la noción del tiempo.
(Francamente un asesinato)

No sea injusto conmigo,
la verdad le estoy diciendo.
No fue intencional permanecer ahí,
me retuvo por completo mi falta de optimismo
y una vez empezó a correr el ruedo,
no acabó por responder mi ruego.

Soy débil para estas cuestiones,
pero como lo creí deber
había que llegar a una determinación,
mas no preveí que una vez adentro
comenzaría la función
y sería yo primer espectador.

Sí, tenga por cierto que estaba ahí
y cúlpeme por estarlo en la ocasión
pero no fue mi voluntad la que cerró la puerta,
Dios y yo sabemos lo que ocurrió después.

Asumo que serían ya las tres pasadas las dos
cuando resonaron en él aquellos acordes
para nada armónicos sino irónicos;
me había estado esperando confesó.

Admito que quizás yo puse el motivo,
lo planté en ese mismo instante
pues en vez de retractarme
sin prejuicios me sonrojé.

Habrá sido un indicio,
que luego dio paso a un juicio
y aquí estoy arrepentida
pues pasó lo que más temía.

Cerré los ojos empapada de pudor
y como nunca resonó su voz.
Eran casi las cuatro
y ya incluso hubo desacato.

No pude creer lo que oí
y usted no creerá si le dijera
que el mojó las tijeras
dando paso a las impertinencias.

Me tomó del brazo ávidamente,
como quien impele un golpe,
me escurrí sagaz y más
sepa que pasó en la oscuridad.

Cogió mi rostro, apartó mis manos
y mirando mis pupilas sollozó
que no era yo la atracción,
siendo él fútil actor.

Señoría, no perjuro en vano.
Yo sé que me mentía
pues dentro de mí lo sentía,
¡Le imploro menor cuantía!

No es mi culpa, yo sólo planté la ocasión
tenerlo en mis brazos una mala planificación.
Cúlpeme de mis criterios cuanto le plazca
más no llame destino a mi propia ignorancia.

La verdad es ciertamente ésta:
en la oscuridad me perdí;
abrí los ojos sólo para ver
que volvía a ser su rehén.

Mi culpa es el consentimiento
por eso asumo lo dispuesto.
Si la pena es el olvido,
prefiero la noche eterna
y para ello de favor le pido,
déme cadena perpetua.




-M.Pía Augusto.-