29 de noviembre de 2008

Blas de Otero

Cuando tu cuerpo es nieve
perdida en un olvido deshelado,
y el aire no se atreve
a moverse por miedo a lo olvidado;
y el mar, cuando se mueve
e inventa otra postura,
es sólo por sentirse de este lado
más ágil de recuerdos y amargura.

Cuando es ya nieve pura,
y tu alma señal de haber llorado,
y entre cartas y besos amarillos
suspiras porque, al verlas,
no te serán ya ésos mas que
- pendientes de los ojos - perlas;
y las rosas ilesos,
y los blancos sin roce,
entre cintas desnudas, enterradas,
reavivan el goce triste de
ver ya frías, desamadas, las
prendas y el amor que aún las conoce.

Entonces a mí puedes venir,
llegar, oh, pluma que deriva
por los aires más solos:
yo tenderé y tiraré hacia arriba,
altos sueños, mis redes, para
que eterna, si antes fugitiva, entre
mis alas, no en mis brazos, quedes.

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