4 de octubre de 2010

La ira de tu adiós - Pía Augusto

La ira me controla, te exacerba, me vigoriza los sentidos, relentiza el pensamiento, te acaba por consumir. Y las decisiones ya no son voluntarias sino impensadas, impensables, dirigidas por mi rabia.
Hubiese preferido no saber, cerrar los ojos a la verdad y vivir en la utopía que me creaste.
Hubiera elegido otro sinsabor con menos espuelas, menos espinas, sin tus rosas.
Y caí en la cuenta de que el mundo es tan real que ésa es la razón de que te duela tanto morir.
No creí poder sentir sin haberlo vivido todavía y rompería un espejo con tal de hacerte volver de aquél sitio inesperado.
Destrozaría tu vista en mil pedazos, desperdigándolos por el suelo, mientras alguno cuelga aún por si todavía decides regresar por esa puerta; pero ya sos invisible.
Y duele saber que no estás más ni siquiera en el espejo, ni en ésta vida, ni en las demás.
La ira controla incluso mi creencia, mi desdicha, tu desdén inacabado.
No soy la misma desde que se marchitaron tus flores y llegó la dichosa primavera.
Crecí a tu vera, deshojada, despoblada, pero aún vivías en mí.
Y hoy, en cambio, te fuiste sin decir siquiera adiós.



-.Pía Augusto.-

3 comentarios:

Daniel Shields dijo...

Aveces siento tristeza, o quizás amargura por el hecho de saber que las decisiones de otros seres pueden llegar a provocarnos tanto... Por el contrario, cuando en alguna que otra ocasión me siento impenetrable por tales hechos pienso si en verdad no seré una persona fría, de esas que la gente prefiere alejarse.

Daniel Shields dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María Pía Augusto dijo...

A veces hay distancias necesarias; pero otras lejanías, otros letargos, no los podemos medir en kilometros, sino en latidos.
No es fácil llevar la cuenta. Pudiera quizás creer que el corazón tiene de vez en cuando un agujero negro que todo lo absorve, algún déficit, un latido de menos cuando echas a alguien de más y peor aún cuandó lo echas de menos.