2 de octubre de 2010

Y cada sombra con su doble - Pia Augusto

El espejo lo reflejaba luminiscente en su cúspide
y a medida que la luz se hacia tenué distorcionaba
cruelmente todo rastro de realidad fehaciente
que pudiera quedar tímidamente en él.
La lámpara permanecía aún entonces encendida
aunque fuese de día, aunque el sol gritara.
La cortina lo cubría todo sin dejar que entrase
ni la luz, ni el sol, ni la palabra a su boca.
Vacío. Se sentía completamente vació
de adentro hacia afuera y viceversa.
Incompleto como libro de hojas secas
como un cuento sin final ni prólogo acabado.
Desde la punta de la habitación lo observé
parado en la nada que implica su mundo,
buscando motivos que hagan a su felicidad
con un muro que tuve que saber surcar.
Entonces abrió las ventanas de par en par
y dejó que la luz lo cegara por completo.
Comprendí que en lo oscuro hay comodidad
pero que sin la luz no existe la vida.
Me extrañé de conocer al fin su sombra
allí sopesada a sus pies como la nada
Parecía inmutable ahí reticente a mí
como si la oscuridad la consumiese.
La quise estrechar en mi regazo
pero era incluso inmune al tacto
Sólo tenía el color de la sombra
más su forma era igual a la suya.
Entonces sucedió lo inexplicable
algo por dentro y fuera se removió
La luz que entraba me cegó también
y quiso mi sombra hacerse presente.
Allí permanecimos inmóviles los dos
cuando él ávidamente se me acercó.
Lo vi tan de cerca como nunca antes
que sentí su aliento apoderarse de mi.
Un instante después se dió la vuelta
y dirigió su atención hacia la ventana.
Comprendí en el instante que era sombra
de aquello que bien supo ser alguna vez.
Y me encontró desnuda en el piso
empañada enteramente en la luz
y aún así envuelta en mansa oscuridad
porque yo era entonces su sombra.
Su extensión indefinida, su otra mitad
su aletargado remanso ausente de luz
Su viva imagen aún carente de color
Yo y cada sombra con su doble.





-.Pía Augusto.-

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