31 de agosto de 2008


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui la arquitecta de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amada, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.