Es triste la felicidad
de hallar quien te comprenda,
cuando a uno la luz lo ciega
por ver donde no debiera.
Y vendados van los ojos
que torpemente te vieran,
cuando la noche por fin llega
y uno se quita la venda.
Y subyace lo que estaba oculto
y renace lo dado por muerto,
cuando a uno le duele un recuerdo
la sal sólo aviva la herida.
Supurar podrá la vida,
es que a veces uno se olvida:
vale más una verdad
que vivir con media mentira.
Pero más temprano que tarde
al oído del sordo llega un sonido
y el eco del ciego hace alarde:
no importa cuándo, todo se sabe.
-.Augusto, M.Pía.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario